COMUNIDAD JUAN PABLO II |
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UNA CARTA MUY ESPECIAL
Querido (a) hijo (a):
Tú, que eres un ser humano, eres mi milagro. Y eres fuerte, capaz, inteligente y lleno de dones y talentos. Cuéntalos y entusiásmate con ellos. Reconócete. Encuéntrate. Acéptate. Anímate. Y piensa que, desde este momento, puedes cambiar tu vida para bien, si te lo propones y te llenas de entusiasmo.
Eres mi creación más grande. Eres mi milagro. No temas comenzar una nueva vida. No te lamentes nunca. No te quejes. No te atormentes. No te deprimas. ¿Cómo puedes temer, si eres mi milagro?. Estás dotado de poderes desconocidos para todas las criaturas del universo. Eres único.
En ti está el poder de no atarte a las cosas. Las cosas no hacen la felicidad. Te hice perfecto para que aprovecharas tu capacidad y no para que te destruyas con cosas superficiales. Te di el poder de pensar, de amar, de determinar, de reír, de imaginar, de crear, de planear, de hablar, de rezar. Te di el dominio de elegir tu propio destino usando tu voluntad. ¿Qué has hecho de estas tremendas fuerzas que te di?. No importa. De hoy en más, olvida tu pasado, usando sabiamente ese poder de elección.
Elige amar en lugar de odiar, elige reír en lugar de llorar, elige actuar en lugar de aplazar, elige crecer en lugar de consumirte, elige bendecir en lugar de blasfemar, elige vivir en lugar de morir.
No te olvides que eres mi milagro. Que te quiero feliz, con misericordia, con piedad, para que este mundo que transitas pueda acostumbrarse a reír, siempre que tú aprendas a reír. Y si eres mi milagro, entonces usa tus dones y cambia tu medio ambiente, contagiando esperanza y optimismo sin temor, porque yo estoy a tu lado.
Con todo cariño, DIOS.
El poder de la oración
Gabriela Louise Redden, una mujer pobremente vestida y con una expresión de derrota en el rostro, entró en una tienda de abarrotes. Se acercó al dueño de la tienda, y de una forma muy humilde le preguntó si podía fiarle algunas cosas.
Hablando suavemente, explicó que su marido estaba muy enfermo y no podía trabajar, que tenían 7 hijos, y que necesitaban comida. John Longhouse, el abarrotero, se mofó de ella y le pidió que saliera de la tienda. Visualizando las necesidades de su familia, la mujer le dijo: "Por favor señor, le traeré el dinero tan pronto como pueda." John le dijo que no podía darle crédito, ya que no tenía cuenta con la tienda.
Junto al mostrador había un cliente que oyó la conversación. El cliente se acercó al mostrador y le dijo al abarrotero que él respondería por lo que necesitara la mujer para su familia. El abarrotero, no muy contento con lo que pasaba, le preguntó de mala gana a la señora si tenía una lista. Louise respondió: "¡Sí señor!". "Está bien," le dijo el tendero, "ponga su lista en la balanza, y lo que pese la lista, eso le daré en mercancía."
Lousie pensó un momento con la cabeza baja, y después sacó una hoja de papel de su bolso y escribió algo en ella. Después puso la hoja de papel cuidadosamente sobre la balanza, todo esto con la cabeza baja. Los ojos del tendero se abrieron de asombro, al igual que los del cliente, cuando el plato de la balanza bajó hasta el mostrador y se mantuvo abajo. El tendero, mirando fijamente la balanza, se volvió hacia el cliente y le dijo: "¡No puedo creerlo!". El cliente sonrió mientras el abarrotero empezó a poner la mercancía en el otro plato de la balanza. La balanza no se movía, así que siguió llenando el plato hasta que ya no cupo más. El tendero vio lo que había puesto, completamente disgustado. Finalmente, quitó la lista del plato y la vio con mayor asombro.
No era una lista de mercancía. Era una oración que decía: "Señor mío, tú sabes mis necesidades, y las pongo en tus manos".
El tendero le dio las cosas que se habían juntado y se quedó de pie, frente a la balanza, atónito y en silencio. Loisue le dio las gracias y salió de la tienda. El cliente le dio a John un billete de 50 dólares y le dijo: "Realmente valió cada centavo" Fue un tiempo después que John Longhouse descubrió que la balanza estaba rota.
En consecuencia, solo Dios sabe cuanto pesa una oración.
Tal vez la mayor diferencia exista en que el ganador no se da por vencido ante los retos que la competencia le ofrece.
El campesino y la roca
Hace mucho tiempo, un rey colocó una gran roca en un camino bastante transitado, obstaculizándolo de esa manera. Entonces se escondió para observar si alguien se detenía y trataba de remover ese obstáculo del camino.
Algunos adinerados comerciantes y varios cortesanos del rey que pasaron por allí, simplemente daban una vuelta alrededor de la roca y continuaban su ruta sin ni siquiera intentar removerla.
Muchos culparon al rey ruidosamente de no mantener los caminos despejados, pero ninguno hizo algo para sacar la roca del camino.
Cierto día, pasaba un campesino que llevaba una carga de verduras; al aproximarse a la roca, puso su carga en el piso y trató de moverla hacia un lado del camino. Después de empujar y fatigarse bastante, lo logró.
Después, mientras recogía su carga de vegetales, notó que en el suelo había una cartera, justo donde había estado la roca. La cartera contenía muchas monedas de oro y una nota del mismo rey indicando que el oro era para la persona que quitara la roca del camino.
El campesino aprendió lo que los demás nunca entendieron, cada obstáculo que nos encontramos en el camino de la vida, brinda una oportunidad para mejorar la condición personal de cada uno y a la vez es un ejemplo que puede servir de provecho a otros.
Aplicación:
Cuando actuamos no solo por servir nuestros propios intereses, sino en beneficio de otros, tarde o temprano recibiremos la recompensa. Si no de los hombres, sí de nuestro Rey y Señor.
Sirvamos, ayudemos, colaboremos todo lo que podamos en beneficio de los que nos rodean. La recompensa mejor estará al final del camino.
"Y todo lo que hagáis, hacedlo de corazón, como para el Señor
y no para los hombres; sabiendo que del Señor recibiréis la
recompensa de la herencia, porque a Cristo el Señor servís"
Nunca te des por vencido
En la época de la fiebre del oro un individuo de nombre Derby descubrió una mina. Se dispuso a trabajarla a pico y pala durante algunos meses. Al poco tiempo se dio cuenta que no era la forma correcta de trabajar. Protegió la entrada y se dispuso a reunirse con sus familiares en el lejano oeste.
Una vez en su hogar les comunicó su descubrimiento, les hizo saber que operando la mina con maquinaria adecuada podrían obtener mucho oro. Familiares y amigos se animaron y pusieron en manos de Derby la cantidad necesaria.
El trabajo se inició tal y como se había previsto. Empezaron a obtener oro en grandes cantidades. El júbilo de Derby era enorme. Empezó a pagar el terreno, la maquinaria, y varias cuentas pendientes que arrastraba en su operación.
Cuando Derby se preparaba a recibir el oro de la mina habiendo pagado todas sus deudas ésta dejo de producir. Derby se desalentó y días después malbarató la mina y la maquinaria.
El comprador de la mina se mostró incrédulo ante el hecho. Contrató un especialista en minas para obtener una información técnica.
El informe del técnico indicaba que a un metro de donde había dejado de excavar Derby, se encontraba una segunda veta del metal dorado.
Para terminar conviene informar que el comprador se hizo rico con la explotación. Derby casi pierde la razón cuando supo del hallazgo de la segunda veta.
A muchas personas les sucede algo similar: Proyectan algo, se entregan al trabajo, y cuando se enfrentan a algún problema, abandonan todo.
Posiblemente el ansiado éxito se encuentre a un metro de distancia de donde se pararon.
La diferencia entre un triunfador y un perdedor no es muy grande. En el deporte es cuestión de décimas de segundo.
Colosenses 3:23,24.
Sigue Adelante
Siempre ten presente que: la piel se arruga, el pelo se vuelve blanco, los días se convierten en años; pero lo importante no cambia, tu fuerza y tu convicción no tienen edad.
Tu espíritu es el plumero de cualquier tela de araña.
Detrás de cada línea de llegada, hay una de partida.
Detrás de cada logro, hay otro desafío.
Mientras estés vivo, siéntete vivo.
Si extrañas lo que hacías vuelve a hacerlo.
No vivas de fotos amarillas.
Sigue aunque todos esperen que abandones.
No dejes que se oxide el hierro que hay en ti.
Haz que en vez de lástima, te tengan respeto.
Cuando por los años no puedas correr, trota.
Cuando no puedas trotar, camina.
Cuando no puedas caminar, usa el bastón...
¡pero NUNCA te detengas!
HOY ME TOPE CON JESÚS
Hoy me topé con Jesús.
En el ruido de los vientos.
En el trinar de las aves.
En el ruido constante de la ciudad.
Señal de vida de la humanidad.
En el amigo que me acompaña y me saluda.
En la gente que camina aprisa a su faena.
En el saludo atento y respetuoso de mi jefe.
En el apretón de manos de mi compañero de trabajo.
En el escuchar la alegría de la gente que trabaja.
En el que trabaja con conciencia y dignidad.
En la sonrisa amable de una dama.
En el plato repleto de alimento.
En el momento preciso de iniciar las labores del día.
En el momento preciso de terminar la jornada diaria.
En la persona desconocida que me saluda por la calle.
En la tierna voz de los niños.
En el sollozo de un recién nacido.
En el atardecer y anochecer del día.
En el llegar a casa y ver la televisión junto a la familia.
En el ser amable ante una mirada de dureza.
En aceptar a los demás con sus indiferencias.
En el sonreír en lugar de experimentar el odio y la venganza.
En el aceptarse a sí mismo tal y como se es y sin presunciones.
En el vivir para servir aunque nunca sea reconocido.
En el sentir en todos los ambientes su presencia.
En el hablar con el lenguaje mudo.
De verdad hoy me topé con Dios…
Un error perfecto
Mi abuelo amaba la vida, especialmente cuando podía hacerle una broma a alguien. Hasta que un frío domingo de Chicago, mi abuelo pensó que Dios le había jugado una broma. Entonces no le causó mucha gracia. Él era carpintero. Ése día particularmente él había estado en la Iglesia haciendo unos baúles de madera para la ropa y otros artículos que enviarían a un orfelinato de China. Cuando regresaba a su casa, metió la mano al bolsillo de su camisa para sacar sus lentes, pero no estaban ahí. Estaba seguro de haberlos puesto ahí esa mañana, así que se regresó a la Iglesia. Los buscó, pero no los encontró. Entonces se dio cuenta que sus lentes se habían caído del bolsillo de su camisa, sin él darse cuenta, mientras trabajaba en los baúles que ya había cerrado y empacado. ¡Sus nuevos lentes iban camino a China! La Gran Depresión estaba en su apogeo y mi abuelo tenía 6 hijos. Había gastado 20 dólares en esos lentes. “No es justo –le dijo a Dios mientras maneja frustrado de regreso a casa-. Yo he hecho una obra buena donando mi tiempo y dinero y ahora esto”.
Varios meses después, el Director del orfelinato estaba de visita en Estados Unidos. Quería visitar todas las Iglesias que lo habían ayudado cuando estaba en China, así que llegó un domingo en la noche y la pequeña Iglesia donde asistía mi abuelo en Chicago. Mi abuelo y su familia estaban sentados entre los fieles, como de costumbre. El misionero empezó por agradecer a la gente por su bondad al apoyar al orfelinato con sus donaciones. “Pero más que bondad al apoyar al orfelinato con sus donaciones. “Pero más que nada –dijo- debo agradecerles por los lentes que me mandaron. Verán, los comunistas habían entrado al orfelinato, destruyendo todo lo que teníamos, incluyendo mis lentes. ¡estaba desesperado! Aún y aunque tuviera el dinero para comprar otros, no había dónde. Además de no poder ver bien,
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Esta pagina es de un grupo catolico de la parroquia sagrado corazon de jesus del movimiento de renovacion juvenil de monterrey
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